Chantaje by Raúl Garbantes
autor:Raúl Garbantes [Garbantes, Raúl]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policial, Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-15T00:00:00+00:00
18
Anne Harrington se asomó otra vez por el filo de la cortina para comprobar que no estaba soñando y que los periodistas que habÃa más allá de la puerta de su jardÃn eran tan reales como ella misma, como su hijo, como todo lo que les estaba sucediendo desde esa fatÃdica noche.
A los periodistas se sumaba una pequeña multitud de curiosos que, sin nada mejor que hacer, esperaban ver un poco de espectáculo y aguardaban con sus teléfonos móviles para sacar una fotografÃa.
â¡Está en la ventana! âescuchó Anne gritar. De repente, los fotógrafos apuntaron con sus objetivos hacia el lugar en cuestión y comenzaron a sacar fotografÃas de manera frenética. Aturdida, Anne tardó unos segundos en dar varios pasos hacia atrás y desaparecer tras la cortina. El corazón le latÃa a toda velocidad. Aquello era demasiado.
Bajó las escaleras hacia el primer piso y se encontró con uno de los guardaespaldas que su marido habÃa contratado hacÃa un par de horas. Aquel hombre, en especial, era una especie de jefe de operativo o algo parecido. El resto de guardaespaldas estaban a sus órdenes.
â¿Se encuentra bien, señora Harrington?
Anne miró al hombre, que se llamaba Mick; le inspiraba seguridad e incertidumbre al mismo tiempo. TenÃa la anchura de una puerta y sus brazos eran tan gruesos como el cuerpo de Barnett.
âEstoy bien. Gracias.
âSi le molestan los periodistas, puedo mandar a mis muchachos. Solo tiene que decÃrmelo, señora.
âTranquilo âdijo Anne. Después suspiró y regresó sobre sus pasos. Estaba perdida en su propia casa, como si percibiera una constante amenaza que la mantuviera en tensión a cada minuto del dÃa, agarrotándole los músculos y presionándole la cabeza con un dolor insoportable. Casi como si se tratara de un fantasma deslizándose por el pasillo, pasó frente a la habitación de Barnett y miró a través de la puerta: estaba despierto, junto a la ventana, como un preso observando el azul del cielo. Tocó suavemente la puerta y entró en la habitación, aunque Barnett no se inmutó.
â¿Cómo estás? âpreguntó Anne. De repente, un frÃo intenso recorrió su cuerpo y erizó su piel.
âBien âcontestó Barnett sin ánimo alguno. Su voz gris estaba desprovista de toda emoción. Anne dio un par de pasos hacia él.
â¿Qué ocurrió esa noche, Barnett?
Este, al escuchar la pregunta, giró sobre sà mismo y encaró a su madre. Sus ojos estaban repletos de lágrimas y enrojecidos.
âNo lo sé, mamá âdijo mirándose las manos como si temiera descubrir la sangre de Marlene Kilzac en ellas.
âEstá bien, está bien, Barnett âdijo Anne estrechando a su hijo entre sus brazos. Barnett no pudo soportarlo más y se derrumbó.
âTengo miedo, mamá âbalbuceó.
âTranquilo, hijo, tranquilo.
â¿Y si soy un asesino, mamá?
âNo eres ningún asesino, Barnett. ¿Me oyes? Tú no mataste a esa joven.
â¿Cómo puedes estar tan segura?
âPorque conozco a mi hijo y sé que no serÃa capaz de hacer algo asÃ.
Pero las palabras de Anne no encontraron eco en el ánimo de Barnett, que volvió a derrumbarse. El joven era incapaz de afrontar una realidad que consideraba demasiado espantosa como para ser cierta.
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